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La muerte de Paco Stanley, o cuando la televisión noventera perdió su inocencia

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Jesús García
Jesús García
Persona física. Hago cosas.

Noticias en iHeartRadio México

Los borrosos y subjetivos recuerdos de un momento mediático que marcó a una que otra generación. 

Acababa de regresar de la escuela y no tenía aún la comprensión suficiente para entender lo que ocurría, pero en la TV afirmaban que Paco Stanley había muerto. El semblante de los presentadores de noticias era severo: había partido el humorista que amenizaba las mañanas de varios miles de mexicanos. No es que tuviéramos gustos muy exigentes.

No se trataba de una muerte cualquiera: se hablaba de un grotesco asesinato, de una supuesta traición en la que incluso el "narco" habría estado involucrado. Un cadáver castigado con más de 20 detonaciones de arma. El sólo imaginar la escena resultaba perturbador.

A diferencia del presente, palabras como "narcotráfico" no eran tan frecuentes en los noticiarios, ni tampoco esa clase de violentos desenlaces. Parecía más bien la trama de alguna película gangsteril. De pronto, medio país conoció los nombres de Mario Bezares, Paola Durante y El Charco de las Ranas. No se hablaba de otra cosa.

Tan sólo unos meses antes, la escuela primaria a la que acudía había llevado a toda mi clase al programa matutino de Stanley. Desconozco cuál era el valor educacional o curricular de una excursión así, pero a alguien le pareció buena idea. Por la omnipotencia que ostentaba la televisión en esa época, entrar en contacto semi-directo con ella resultaba emocionante para unos chavillos de entre ocho y nueve años.

Recuerdo que nos sentamos en las últimas filas del estudio, y que había varias edecanes esparcidas por las escaleras y pasillos. No entendíamos nada de lo que ocurría allí abajo pero ahí estábamos, absortos, con la mirada fija en Stanley y el patiño cuya función, sabíamos de antemano, era bailar frenético una y otra vez al escuchar una señal musical. Nos fuimos con unas bolsas llenas de chucherías y artículos promocionales de patrocinadores del programa. Mirándolo en retrospectiva, resulta casi surrealista.

La noticia de su muerte y todo el contexto que le rodeó, fue como un balde de agua fría. De pronto, dejó al descubierto un lado oscuro de la farándula que pocos sospechaban que existía. Crimen organizado, drogas, complots, luchas internas y supuestos "líos de faldas". Era un duro contraste con el humor simplón y la eterna buenaondez de un programa como el de Paco Stanley y otros similares de la época. La supuesta corrección política y la autocensura eran comportamientos normalizados.

Todo lo que siguió después —las teorías, arrestos, testimonios, especulaciones y críticas al entonces jefe de gobierno, Cuauhtémoc Cárdenas—, fue más bien desgastante. El crimen quedó sin resolución. La opinión pública hizo sus propias conjeturas.

Un par de años después pasó algo parecido pero de mayor escala y mucho más inquietante, con el 11 de septiembre, y los medios de comunicación en México no volvieron a ser los mismos. Varios de nosotros tampoco.

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