¿Te imaginas no sentir ni un tipo de dolor físico, por más fuerte que hayas golpeado o por más grande que sea la herida? A decir verdad, no es tan agradable como suena o se lee, ya que el dolor es una señal de alarma que tiene nuestro cuerpo para decirnos que algo no está bien.
La insensibilidad congénita al dolor, también conocido como “ICD”, es una de las enfermedades más raras del planeta. Se da cuando el sistema de transmisión del dolor no funciona de manera adecuada, es decir, las personas que lo padecen no perciben nada de dolor. Pueden tener los huesos rotos, estar en una temperatura no apta, su cuerpo puede estar cubierto de moretones y rasguños, y, aun así, no sentir ni un malestar.
¿Cómo se produce el ICD?
Como su nombre lo indica, es una patología que está presente desde el nacimiento y por lo general se diagnostica a principios de la niñez. Estudios avalan el hecho que es una enfermedad hereditaria, es decir, que viene de los genes familiares.
Normalmente, las causas son por mutaciones genéticas, ya sea en un canal de sodio o en un receptor para un factor de crecimiento nervioso. Cabe mencionar que también se considera una forma de neuropatía periférica, ya que afecta el sistema nervioso periférico.
Consecuencias
Como ya se dijo, esta patología no manifiesta el dolor como tal, por lo que el afectado no sabe si presenta alguna lesión grave o tiene una enfermedad secundaria. Por eso, si tenemos un amigo/a o un familiar con dicha enfermedad, es importante estar al pendiente de los más mínimos detalles.
Medidas de precaución
Al ser una enfermedad que no tiene cura, las medidas preventivas se vuelven fundamentales para el paciente. Ir con frecuencia al doctor para chequeos generales y revisar con regularidad si no hay heridas en la persona afectada, son hechos que pueden ayudar a que las personas con ICD vivan muchos más.