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Dragon Ball Super: Broly, la mejor película de toda la franquicia | Reseña

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Jesús García
Jesús García
Persona física. Hago cosas.

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Con la dosis justa de momentos emocionantes y emotivos, largos combates, humor y acertado fanservice, Dragon Ball Super: Broly cumple y excede las expectativas de cualquier seguidor de Dragon Ball, quizá incluso de los detractores de la saga Super

Hay que decirlo claro: es la mejor película no solo de esta nueva etapa del mundo creado por Akira Toriyama, sino de todas las cintas de Dragon Ball publicadas hasta la fecha. Deja en ridículo a las dos más recientes —La batalla de los dioses y La resurrección de Freezer—, y deja muy alto el listón para futuros arcos argumentales y próximas películas.

Mientras que las cintas ya referidas —y todas las demás— parecían más bien capítulos muy largos y con mayor presupuesto, DBS: Broly se siente, en todo aspecto, como un verdadero largometraje que se rige bajo sus propios términos, independientes del anime. Sí, es la continuación directa del Torneo de los Universos, pero toda su propuesta, en conjunto, es muy distinta y logra la sensación de que se trata de un nuevo punto de partida para las películas de Dragon Ball. El upgrade no es solo evidente: es monstruoso.

Ello comienza desde la asombrosa animación y la dirección artística. Es un deleite visual que La batalla de los dioses y La resurrección de Freezer fracasaron en alcanzar: por un lado tiene el feeling nostálgico de dibujo hecho a mano, las paletas de color y la animación tradicional. Y por otro, la técnica y complejidad del movimiento en las expresiones faciales, ropa, efectos climáticos, energías y destellos. Dragon Ball nunca se había visto tan bien.

En cuanto a lo narrativo, el Broly no canónico de las antiguas películas ha quedado totalmente rebasado. Mientras que allá era una bestia incontrolable, una máquina de destrucción sin motivos muy claros, en DBS: Broly, presenta una nueva dimensión y complejidad que ni siquiera permite encasillarlo como un villano. Es un saijayin tan humano —disculpen el término— como Gokú o Vegeta. Además, la historia cierra o explica importantes cabos sueltos que se remontan al origen mismo de toda la mitología de Dragon Ball, lo cual se agradece sobremanera.

Las secuencias de combate, el plato fuerte, no solo son altamente satisfactorias; alcanzan un nivel de creatividad visual jamás visto en ninguna saga o película de la franquicia. Son por lejos más impresionantes y elaboradas que, por ejemplo, los mejores combates de One-Punch Man (incluido el capítulo final), lo cual ya es bastante decir. En ese nivel se encuentra la cinta, en lo que refiere a lo técnico.

Cada golpe se ve y escucha brutal, con la potencia del DBZ de antaño. Las coreografías se alejan de las secuencias de pelea ya tan vistas a lo largo de los años, y muestran una pléyade de movimientos nuevos y técnicas hasta ahora inéditas en los guerreros protagonistas.

Si bien los efectos generados por computadora son bienvenidos y muy bien logrados, son solo un agregado, un plus que complementa la hermosa propuesta artística y visual. No contrastan tanto ni resultan chocantes como en las dos películas previas.

Sucede tanto en la pantalla que por momentos es difícil apreciar todo. Pero esto no menoscaba la película. Al contrario: resulta un motivo más para verla de nuevo, para apreciar lo que uno pudo haberse perdido en todo ese soberbio despliegue visual.

Está de vuelta esa gran sensación de amplitud: locaciones y paisajes gigantescos, explosiones a gran escala, golpes que resuenan a miles de kilómetros, choques de energías que parecen poner en riesgo la galaxia misma. En fin, todo eso que tanto se extraña en el más reciente anime y que Toei Animation pareciera limitar en pos de las audiencias infantiles.

Cierto es que queda a deber el doblaje en español de algunos personajes secundarios (del resto, impecable trabajo), y siguen pesando esos colchones de seguridad, esos Deus Ex Machina, que representa tener cerca de los protagonistas a tantos elementos tan poderosos por si algo sale mal, y que minimizan la sensación de riesgo o amenaza: las Esferas del Dragón, Whis y Bills, Zeno Sama, el Ultra Instinto, etcétera.

Pero no nos equivoquemos: aún con estos detalles menores, y a pesar de que el universo de Dragon Ball es algo que estamos acostumbrados a ver mayormente en la pantalla chica, DBS: Broly justifica por primera vez acudir a una sala de cine a disfrutar una producción de Dragon Ball. No se decepcionarán.

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