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Crónica de un día en el Corona Capital

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Hay espacios seguros a medida que crecemos, estos espacios se establecen de una manera particular a lo largo de nuestros días y para que esto suceda debe existir un vínculo de confianza entre el lugar y el receptor. Dicha relación no es fácil de forjar, sin embargo, hay situaciones y personas que logran activar un instinto familiar, cercano a lo infantil pero imposible de discernirse de tal manera. Durante este tipo de situaciones uno podría incluso llegar a percibir un sentido de libertad muy lejano a lo mundano, no es un sentimiento fácil de interpretar pero a medida que lo sentimos solemos atarlo con un lugar que resuena con nosotros, en donde nos sentimos seguros, incluso raya en lo hogareño.

El Festival

El Corona Capital ha sido sede de actos que brillan por su popularidad, atraen a un porcentaje importante de aficionados que son leales al eternos ritual de la socialización y la fraternidad, entre ellos, los personajes más capaces de resaltar entre lo habitual. Con vestimentas que podrían cegar al mismo sol, pululan por el área con un sentido de seguridad que hasta ese momento sólo su hogar y sus amigos más cercanos serían capaces de reconocer. Es innegable el impacto que genera un evento de este tipo, uno podría hacerse alguna idea, pero fracasaría ante la magnitud del campo. Es un campo lleno de personas, esperando a ser recorrido en su totalidad aunque uno podría llegar a sospechar que ni una vida entera alcanzaría para llegar a conocer todas las amenidades.

En el tiempo que pasé ahí me pude percatar de diversas actitudes de quienes asistieron al festival, evidentemente este no es un intento de desprestigiar a los artistas y a los actos que amenizan a las cantidades innumerables que existen dentro de los confinamientos de Corona Capital, sin embargo, es más bien una especie de ejercicio de observación que tal vez todos estén muy ocupados para realizar. Percibí diferentes formas de actuar en los aficionados en estos festivales:

Los Sospechosos Habituales

Comenzando, está la actitud de quienes muchos denominan como die hard fan. Es esta persona que todos hemos conocido en algún momento de nuestras vidas que está dispuesto a viajar una cantidad de kilómetros que ni a ellos mismos les gusta admitir para ver a su banda favorita de la infancia (que muy seguramente están a dos conciertos de tomarse un descanso indefinido), a estos seguidores no les gusta conformarse con las sobras y prefieren plantarse en donde les sea humanamente posible y puedan respirar del oxígeno sobrante de todos los seres que se encuentran cerca o delante del escenario (en las trincheras). Cuando las luces se apagan y llega el momento de la verdadera presentación sienten un éxtasis incomparable (en sus propias palabras), es un éxtasis que solo se le puede medianamente asemejar a la culminación de todo lo que ha sido sagrado alguna vez.

A continuación, se encuentran la actitud de las personas que encuentran las personas que asisten con el fin de buscar un momento gratificante gracias a la experiencia en general, bajo su linea de pensamiento no hay un acto específico que deseen ver sino el conjunto de toda la experiencia. Estas personas se conforman con un sólido lugar en medio del caos, en muchos casos se plantan paralelos al punto de control en donde se encuentra el mixer y los ingenieros del evento. Estas personas tienen un conocimiento empírico del material que el festival establece, nada muy específico, las canciones siempre ofrecen familiaridad y apego; una muy saludable escapada de los labores que conlleva el día a día. Esta audiencia encuentra el confort con el solo hecho de expresar que estuvieron presentes en el evento, no hace falta nada más.

Adicionalmente, está la actitud de la audiencia circunstancial, de quienes muchas veces ni ellos saben como llegaron ahí. A medida que el festival avanza y el sol ya no encuentra cabida aprovechan para salir de la rigidez personal y sumergirse en tenues actos de socialización. Son seres nocturnos que encuentran las oportunidades en el brillo que la oscuridad provee, tímidos por naturaleza pero dispuestos a aceptar riesgos (solo por esta vez). Para ellos las emociones del front row son comprometedoras, por lo tanto, buscan el refugio en las últimas filas de la audiencia general y cantan, cantan con timidez pues saben que las palabras que evocan muchas veces son erróneas y no encajan con el tumulto de armonía vocal desenfrenada y despistada. Las luces de neón los pudieron haber cegado por un segundo pero eso nunca los impidió bailar al compás de una canción desconocida.

Un Nuevo Punto de Vista

Tuve la suerte de experimentar este evento en una luz diferente, no como audiencia general sino como lo que recientemente aprendí que se le denomina "media partner". Básicamente esto significa que tienes un acceso al backstage del evento y a otras ventajas como comida, bebidas, un lugar para descansar del tumulto, etc.

En esta zona había un número considerable de stands en donde se organizaban todos los otros colaboradores, artistas pasaban y concedían entrevistas, otras veces, se reunían personas de mirada inquieta a las que les temblaban particularmente las manos en la búsqueda de resolver una posible problemática.

Bajo una situación enteramente desconocida no dejaría que mi propia inexperiencia actuara en mi contra, por lo tanto, opté por actuar como una especia de audiencia ante las situaciones que se desenvolvían dentro del stand de medios. Dentro de toda la acción y todo el movimiento que transcurría podía apreciar las luces del exterior; podía escuchar a los artistas que se presentaban justo afuera. La mayoría de las veces salía del backstage para documentar momentos significativos del festival y fue una de esas veces en donde logré percatarme de algo.

Caos en The Black Keys

En una de las zonas con más actividad, en el escenario de Vans, justo cuando el océano de personas comienza a formarse y los die hard fans comienzan a encontrar la saña de transportarse entre lo que parece una ciudad de proporciones pequeñas, me encontré a una mujer queriendo adentrarse al caos del front row, pero su estrategia probó ser ineficiente ante la casi eterna población que se encontraba por delante.

Rendida, optó por abandonar su estrategia y retirarse a la zona en donde se canta con timidez. En donde me encontraba yo. Sus ojos viajaban con rapidez de un lado a otro buscando una oportunidad para volver a adentrarse pero seguía encontrando el fracaso. Después de un tiempo consideró la retirada definitiva. Recorrió pequeñas áreas en donde el espectador de actitud circunstancial se sienta y admira el concierto desde la más completa e incuestionable comodidad, hasta llegar a mí.

Nunca supe su nombre, pero entre balbuceos y palabras mudas pude alcanzar a percibir lo desolada que llegó a sentirse por no poder alcanzar a tocarle el pie Dan Auerbach (de The Black Keysy con la confianza que provee este festival a los más callados, la mujer prosiguió a contarme la historia del grupo que tanto ansiaba ver en solo cuestión de segundos.

Como si no fuera un completo desconocido.


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