¿Alguna vez has experimentado un alivio de algún malestar al haber tomado una medicina o haber hecho ciertas actividades que no tiene nada que ver con dicha inquietud? A esa “mejoría” como tal, se le conoce como efecto placebo.
En otras palabras, se define al placebo como las sustancias que carecen de actividad farmacológica, pero que puede tener un efecto terapéutico cuando se ingiere. Es decir, el paciente cree que un medicamento o actividad, que no tiene efectos curativos como tal, es realmente efectivo contra una enfermedad.
¿Todo está en la cabeza?
La mente tiene un poder increíble, pero sería engañoso decir que tan solo basta con tener pensamientos positivos para curar una enfermedad, aunque es cierto que sí pueden ayudar a aliviar un dolor por un momento. Si bien todavía no hay una explicación exacta de por qué se da esta reacción, existen varios factores que nos hacen experimentar dicho efecto, los cuales son:
- La credibilidad de la persona que nos receta: estudios han demostrado que si un doctor nos genera confianza, es amable y nos habla de los efectos de la medicina, así como nos da palabras de aliento, incrementan la posibilidad de experimentar un placebo.
- Expectativas del paciente: mucho se habla que estos efectos se dan a través de la expectativa que suele tener el enfermo. Es decir, mientras más creas que un tratamiento va a servir, así te den pastillas de azúcar, mayor es la posibilidad de tener un placebo, ya que nuestro cerebro cree que le están dando medicina real y comienza a liberar dopamina haciendo que nuestro cuerpo se sienta bien.
No obstante, es importante mencionar que no todas las personas responden a dichos efectos y tampoco se puede saber con certeza quién si responderá.
¿Qué tan bueno es el efecto placebo?
Muchos científicos y expertos en el campo afirman que, a la larga, el efecto placebo puede provocar grandes daños a la salud del paciente, ya que si bien el dolor desaparece por un momento, el problema real va a seguir ahí y es muy probable que aumente. Por eso es importante investigar un poco sobre las medicinas que se están ingiriendo.