Con Avengers: Endgame llegamos no sólo al término de una etapa del Universo Cinematográfico de Marvel (MCU), sino a la culminación de toda una era dorada del cine de superhéroes. (Reseña CON spoilers)
En la sala a la que acudí a disfrutar este fenómeno de taquillas, varias personas rompieron en llanto.
Eran lágrimas genuinas, sinceras, sollozos de gente que sufría por la partida de varios de sus personajes más queridos. Después de todo, los héroes interpretados por Robert Downey Jr., Scarlett Johansson, Chris Evans, Mark Ruffalo, Chris Hemsworth, Jeremy Renner y compañía, han sido parte de nuestra cotidianidad durante la última década. Se han arraigado tanto en la cultura popular que su muerte ficticia o su retiro de las películas de Marvel Studios representa casi tanto como el fallecimiento de algún músico o una figura pública en la vida real.
No era sólo el dolor de verlos partir, era la sensación compartida de que este viaje de más de 10 años había llegado a su fin. Sabemos que vendrán más películas, secuelas, nuevos personajes y héroes. Pero lo que atestiguamos en las 22 cintas publicadas entre 2008 y este 2019, es algo irrepetible, imposible de igualar. Ya no será lo mismo, y ahí radicaba ese sentimiento de melancolía, esa certeza de que todo lo que venga después no causará el mismo impacto emocional.
Será difícil igualar el factor sorpresa de la primera Iron Man (2008), la gran frescura de Guardians of the Galaxy (2013), la espectacularidad de Civil War (2016) y lo que todas ellas representan en conjunto. Complicado será también encontrar en las historietas una saga tan emblemática como las Guerras del Infinito, ya ni hablar del reparto de actores que ahora nos resulta tan familiar, tan cercano. No eran sólo las películas: era la experiencia colectiva que rodeaba a cada una.
Sin darnos cuenta, se convirtió en una tradición anual la espera de cada nuevo episodio, cada nuevo eslabón que representaba un paso hacia esta culminación que por fin llega. Endgame carga con la gran responsabilidad de satisfacer cada expectativa generada desde que se presentó el genial concepto de películas interconectadas. Y aunque no es perfecta ni la mejor película del MCU, cumple muy bien su función como episodio conclusivo.
El subtítulo Endgame es muy apropiado. Si bien no existe una traducción exacta en español, se trata de un término abstracto que se refiere a un punto disruptivo en el que todo cambia, el momento crítico cerca del final a partir del cual ya no hay vuelta atrás. En ese sentido, la palabra funciona tanto para la narrativa de la película como para lo que ésta representa al cine por su impacto cultural.
Es de agradecerse que los hermanos Russo hayan tomado el camino más arriesgado y no ir por lo fácil: en esta cuarta parte de Avengers se nos muestran las consecuencias irreversibles de lo ocurrido en Infinity War. Mientras que algunos esperaban alguna especie de retorno mágico a la normalidad, al status quo antes del chasquido de Thanos, Endgame presenta sin temor un mundo desolado cinco años después de aquellos eventos.
Conforme transcurren los minutos, va quedando claro que no habrá nada que haga regresar todo al punto previo en que ocurrió el holocausto cósmico. Ni siquiera el segundo chasquido que pretenden los protagonistas puede restaurar su realidad tal cual era. Los efectos están ahí, de manera permanente.
No podía ser de otra forma si la película pretendía que se le tomara en serio. No podía sólo entregar una solución fácil y complaciente. Es entonces que Endgame muestra su gran balance de contrastes.
El carisma de los personajes de vez en cuando se sobrepone a ese mundo gris y medio muerto posterior a Thanos, pero sin perder de vista ese ligero tono solemne que reina a lo largo la cinta. No todo son batallas intergalácticas y golpes. Tampoco son solo lágrimas y despedidas dramáticas. Hay un poco de todo en esas tres horas de vaivenes emocionales.
Cada protagonista tiene un momento para cerrar su respectivo ciclo o hacer las pases con su historia personal —algunos de estos arcos comenzaron hace ya varios años—. Todo el segundo acto está dedicado a ese necesario fan service en el que se evocan momentos representativos de las películas previas. Agradable es también ver a todos los personajes reunidos una última vez, participando al menos con alguna pequeña acción, pelea o diálogo memorable.
El tercer acto no podía ser de otra manera: una batalla campal con la presencia de todos los elementos de ambos bandos —superhéroes contra el ejército de Thanos—. Resulta muy satisfactoria la participación de cada facción de guerreros en una última batalla épica, de la cual depende el destino del universo.
El no incluir una escena postcréditos, aunque parezca un detalle menor, es un gran acierto. De lo contrario, habría resultado irrespetuoso, le habría restado seriedad a esta conclusión que demandaba mantenerse como tal en todos los aspectos. No debía haber esperanza alguna de que esta fase del MCU continuaría. La omisión de cualquier escena post créditos deja claro que se trata de un cierre definitivo de esta extendida etapa del cine. Todo lo que venga después será punto y aparte.
No, la maquinaria de Marvel Studios, esa colosal fábrica de dinero, no se detendrá. Estamos lejos de ver el fin de la sobreoferta de películas de superhéroes. Pero su desaceleración es más que probable: ya no nos maravillaremos igual que en los últimos 10 años; ya no habrá anticipadísimos crossovers de la talla de Civil War o la primera Avengers; difícilmente sentiremos tanta empatía hacia actores que dieron vida a personajes como los de Tony Stark, Steve Rogers, Natasha Romanoff y todos los personajes secundarios que les rodeaban —sí, porque ellos también tuvieron un gran peso.
Sabíamos que esto no iba a durar para siempre. Pero este final llega justo en el mejor momento: uno en el que aún hay un gran interés por películas de superhéroes, pero en el que estos proyectos comienzan a mostrar también signos de agotamiento. Los Avengers se van en el momento justo porque se van ahora que están en lo más alto, y no cuando la fórmula pudiera haber llegado a hartar.
Se van con la frente en alto, y no en un posible declive que sí pudo haber ocurrido en caso de que optaran por más secuelas y crossovers con estos mismos personajes. Cada uno tuvo ya su momento para brillar, sus años de gloria. Ahora es tiempo de dejarlos descansar sin preocupaciones, tal como Stark partió con la bendición de Pepper Potts, cerrando así un ciclo que inició y concluyó justo con el carismático personaje de armadura que interpretó desde aquél lejano 2008. El círculo está completo.
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